POETAS Y TRÚHANES
Por Felipe París
Una de las mayores falacias que la poesía colombiana ha vivido es la del nadaismo; una supuesta corriente literaria que hoy no le dice nada a la Historia; que habita entre jovencitos encantados por la transgresión y el escándalo. El daño que ha causado es enorme, debido a que muchas personas pierden la posibilidad de encontrarse con una poesía que les invite a la creación pensada, a la exploración de la trascendencia, sin las farafulladas de unos prestidigitadores. El nadaísmo es una decadencia inexpresiva y, lo peor de todo, vacía culturalmente de referentes, de ideas complejas. El mayor peligro de este tipo de modas es la idea que la producción literaria debe estar asociada a la vagabundearía y si bien es cierto que el artista traslada su experiencia en la obra, es igual de vital el encuentro con la tradición, el estudio concienzudo de aquello se espera derrocar.
Para hablar de las bravuconerías de los supuestos poetas nadaista nos toca devolvernos un poco en el tiempo.
Estamos a finales de los años cuarenta. Colombia es un lugar desesperante, postrado a los mandatos de los EEUU y a una clase gobernante ramplona. Sin embargo, un personaje bastante pintoresco, apareció en la escena bogotana e intentó transformar el establecimiento -situación impresentable y de muy mal gusto puesto que era hijo de uno de los barrios pobres del centro-: Jorge Eliecer Gaitán. Él arrojó granos de esperanza en el desierto colombiano y creyó -ingenuo error- que las cosas podían cambiar. Y así fue. Lo asesinaron. Esta muerte le dio paso a la Violencia política. A este horror, los padres de la patria, le encontraron una solución: El Frente Nacional. Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez -el poeta y el monstruo-, decidieron repartirse la torta del poder -cosa que venía haciendo- y por ahí derecho acabar con la educación y la cultura en Colombia. En estas condiciones nació el nadaismo.
Su gestor fue Gonzalo Arango Arias excéntrico, truhan y malabarista de esquina. De su invento, se asevera que, fue una corriente vanguardista tardía. -Las vanguardias habían provocado a la cultura europea treinta años atrás-. Entre sus esbirros se contaron varios de los hoy viceministros, vicedecanos, vicedirectores, vicelagartos y dos poetas: X-504 y Amilkar-U. Trataron de derribar un establecimiento desde la buhardilla del lupanar y la mesa de la taberna; sus mayores logros fueron que se publicara, en los periódicos de la época, sus escándalos, bufonadas y quema de libros.
Si bien es cierto que algunos poetas han sido bohemios esto no significa que cualquier borracho sea un poeta. La poesía necesita de trabajo y estudió para llegar a conocerse y ser subversor. El nadaismo está muerto y esperemos por el bien de la poesía, la historia y la triste Colombia que siga así. Ninguno de quienes fungieron de poetas, dentro de dicha corriente, mantiene esa línea; sus supuestas obras no son más que especulaciones, truculencias, prestidigitaciones sin peso, sin historia, sin forma. X-504 y Amilkar-U sobreviven a esa verborrea chabacana porque realmente nunca fueron miembros de algo que nunca existió, más allá de las páginas de la prensa sensacionalista. Develemos la verdad para que la imagen de la poesía sobreviva a los trúhanes que sólo esperan lucrarse con ella.
KITCHEN DE BANANA YOSHIMOTO
Por Patricia Cedano
Kitchen
Es una historia que habla sobre la muerte y cómo lidiar con ella. El libro cuenta con tres relatos, en los cuales los primeros dos conforman una sola historia: Kitchen 1, Kitchen 2 y Moonlight Shadow. En la primera parte de Kitchen muere la abuela de Mikage, la protagonista, y después de un tiempo ella decide irse a vivir con un compañero de la escuela. En casa de éste ella hace de la cocina su refugio para no molestar la vida del chico y de su madre, quien pronto nos enteramos que es en realidad el padre del chico, Eriko. Cuando la esposa de Eriko muere, él es incapaz de lidiar con la pérdida, por lo que se cambia de sexo y de nombre.
Mikage comienza a sentirse más unida a Eriko que a Yüichi, explicando
que aunque el chico a pesar de haber perdido a su madre (y a su padre)
no comprende realmente su sentimiento de orfandad tras la muerte de la abuela.
En la segunda parte de Kitchen, Eriko muere asesinada por un admirador que al darse cuenta de que es transexual, la mata y ella lo mata cuando está agonizando. A partir de ese momento Mikage encuentra algo en común con Yüichi, pues ambos comparten el mismo dolor. Mikage se hace aprendiz de cocina e intenta evitar a Yüichi, quien a su vez se mantiene apartado del mundo. Después de la muerte de Eriko el grado de intimidad entre Mikage y Yüichi es grande, pero no en el sentido convencional de la palabra. No intercambian opiniones, puntos de vista o pensamientos sobre lo que les está sucediendo, todo pasa lejos de las palabras y que sus realidades se funden sutilmente; a veces el hambre de uno pasa a ser el antojo del otro, los sueños se intercambian y se entrelazan.
Los sueños forman un elemento importante en el libro. Cuando Mikage tiene dudas sobre ir a vivir con Yüichi y su madre, sueña que está limpiando su casa, está en la cocina y ve que Yüichi está limpiando el piso trabajosamente mientras todo el departamento está ocupado por cajas de mudanza. Ella se sorprende y le ofrece algo de comer, y mientras comen comienzan a platicar.
“—¿Qué hora debe de ser? —dije.
—Será medianoche —dijo Yüichi.
—¿Cómo lo sabes?
—Fuera está oscuro y, además, por la tranquilidad...
—Entonces, es una fuga nocturna, ¿verdad?
—Pues, como íbamos diciendo... —dijo Yüichi—, ¿también te irás de casa, verdad? No te vayas.
Me sorprendió porque eso no tenía nada que ver con lo que estábamos diciendo y miré a Yüichi.” (Yoshimoto, Kitchen, p.27)
Los sentimientos de los personajes son el punto principal en la novela. Las alusiones amorosas son veladas, nunca se habla del amor de una forma directa entre los personajes. En el caso de Mikage el amor es visto en los términos relacionados a la cocina, al ver una estufa piensa reflexiona sobre el amor: “Veía a un hombre y a una mujer que intentaban suicidarse, mirando el fuego del infierno. Por lo tanto, su amor iría a parar allí.” (Yoshimoto, Kitchen, p.45)
La narración no es lineal, se usa mucho el recurso del flashback y de la reflexión, los personajes cobran en ocasiones una importancia muy grande, definidos sólo por unas cuantas frases que enuncian su tendencia vital y queda espacio para lo sobrenatural y lo indefinido.
Moonlight Shadow de Banana Yoshimoto
Es una historia sobre la muerte, el amor y la soledad. Fue publicada como acompañamiento de Kitchen. El personaje principal es Satsuki, una mujer de 20 años, quien acaba de perder a su primer amor, Hitoshi, después de estar juntos por cuatro años.
“Lo sé, aún éramos jóvenes y, además, tal vez no hubiera sido el último amor de nuestras vidas. Sin embargo, Hitoshi y yo experimentamos por primera vez diversos dramas que nacían entre los dos. Mientras sopesábamos la importancia de los diferentes episodios que surgían al relacionarse íntimamente dos personas, conociéndolos uno a uno, construimos cuatro años. Después de lo ocurrido, puedo decirlo en voz alta: «Dios es imbécil». Yo amaba a Hitoshi con locura.” (Yoshimoto, Kitchen, p.74)
En este relato, la muerte es tratada de una forma más natural y menos tormentosa que en Kitchen. En medio del duelo que vive la protagonista, conoce al hermano de su novio, quien también acaba de perder a su novia. Él comienza a vestirse con el uniforme de su novia muerta y Satsuki no lo comprende, pero pronto se da cuenta de que la razón de esto es que él no se pudo despedir de su novia, además se da cuenta de que mientras el chico decide lidiar con su pérdida vistiendo de mujer, ella lo hace corriendo, por lo que ve que ambas son iguales en ese sentido.
“Ahora lo comprendo bien. Su vestido de marinero era mi jogging. Tenía exactamente la misma función. Creo que yo no soy tan extravagante como él, y por eso tenía suficiente con el jogging. Para Shu, esto carecía absolutamente de impacto y no era suficiente para sostenerlo, por esta razón, como variación, eligió el vestido marinero. En ambos casos, no era más que un modo de dar fuerzas a un corazón marchito. Distraernos para ganar tiempo.” (Yoshimoto, Kirtchen, p.79)
Aquí, el correr sustituye la cocina del relato anterior. Un día mientras ella corre por un claro en el bosque próximo a un río, una chica bastante extravagante se le acerca y la invita a reunirse en ese mismo punto unos días después pues sabe que ese día es posible apreciar un fenómeno cósmico muy particular. Ella va y puede ver a su novio al otro lado de la orilla. Es más sobrenatural y poético que Kitchen, nos da un mejor entendimiento sobre el dolor de la protagonista y, al igual que Kitchen, tiene una prosa sencilla y precisa.